És el torn de l’ITeC com empresa experta a la web del CLÚSIC. L’ITeC és  una entitat de referència en l’àmbit de l’avaluació tècnica i certificació de productes i sistemes innovadors, i de la qualitat de les empreses. En aquest article ens expliquen la utilitat dels ETA i els DAU de cara a la flexibilitat que ofereixen per a una evolució tecnològica dels productes. Imprescindible!

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La certificación de un producto acostumbra a venir de la mano de una imposición reglamentaria. Actualmente, en España no es obligatorio el marcado CE de productos de protección pasiva contra incendios. Sin embargo, éste es posible por la vía del ETA (European Technical Assessment). Ante esta dualidad conviene repasar las diferencias de fiabilidad entre las prestaciones declaradas de un producto o sistema certificado en relación a otro que no lo esté. La Figura 1 resume la comparativa entre ambos escenarios.

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Figura 1: Fiabilidad de las prestaciones: producto marcado CE vs producto ensayado.

Llevando al extremo (hipotético) el caso no certificado, se podría hasta comercializar un producto distinto al ensayado. Pero no hace falta ir tan lejos. Si consideramos la durabilidad (mantenimiento de prestaciones durante la vida útil del producto), podemos preguntarnos de qué sirve conocer la resistencia al fuego de una probeta recién instalada, si no sabemos si tal prestación se va a mantener con el paso del tiempo y frente a los agentes climáticos o ambientales.

Tal vez deberíamos dejar de ver la certificación simplemente como un fastidioso corsé. Bien es cierto que acarrea costes y puede percibirse –sin las debidas explicaciones técnicas– como una burocracia que coloca palos en la rueda del negocio. Pero si movemos ligeramente la lente, nos daremos cuenta de que no es así.

Coincidiremos en que, después de haber invertido una elevada cantidad de dinero en ensayos, es una lástima que el producto deba mantenerse inamovible para que los informes sean válidos. En el marco de un ETA o el DAU y debido al control inicial del material ensayado, existe cierta flexibilidad para la evolución tecnológica de un producto, posibilitando la evaluación de los cambios introducidos sin que ello implique necesariamente la repetición de los ensayos iniciales. Estamos hablando, por ejemplo, de pruebas de composición, de materias primas o cambios en procesos de producción que propone el fabricante para mejorar la fabricación o rebajar sus costes. También de variantes en el diseño del producto o del sistema que, de no encontrarnos en un contexto de certificación, conllevarían la repetición del conjunto de ensayos. Todo ello, naturalmente hasta cierto límite, puede ser evaluado mediante métodos indirectos, menos costosos, que permitan demostrar si las prestaciones se mantienen. Pero incluso en el caso de que el producto no haya cambiado, la certificación aporta un beneficio en este sentido: si el producto es idéntico al ensayado, ¿por qué deberían caducar los informes al cabo de cierto tiempo? Bajo el marcado CE, la prestación obtenida inicialmente seguirá siendo válida, siempre que las auditorías de seguimiento confirmen que el producto no ha sido modificado, de acuerdo al plan de control establecido y, por consiguiente, no será preciso repetir los ensayos iniciales de reacción al fuego o resistencia al fuego cada 5 o 10 años.

Por último, la certificación –así como los informes de ensayo y clasificación– no deben mirarse únicamente como unos papeles que nos servirán de salvoconducto y cuyo uso principal es el de ser archivados. Las pruebas experimentales aportan una serie de información que luego debe ser digerida para su correcta aplicación en el proyecto y en la obra, estableciendo claramente cuáles son los límites de aplicabilidad de los resultados obtenidos, así como también las extensiones de los mismos en relación al producto y a sus condiciones de instalación.

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Figura 2: Ensayo comparativo de intumescencia sin capa de acabado (izda.) / con acabado (dcha.).

Así, por poner un ejemplo, es habitual encontrar pinturas intumescentes aplicadas con una capa de acabado, ya sea por motivos estéticos o de protección contra agentes ambientales. En cambio, difícilmente encontraremos un informe de ensayo y clasificación emitido para un sistema que incluya otra capa encima de la intumescente. Pero entonces, ¿estamos seguros de que la expansión de la pintura en caso de incendio y, por lo tanto, la protección que hemos diseñado en base al informe de clasificación, será la esperada? Habitualmente imaginamos que la capa de acabado se volatilizará rápidamente ante el fuego y no le damos mayor importancia. Sin embargo, sabemos que algunos acabados (por ejemplo, de poliuretano a partir de ciertos espesores) constriñen la expansión, comprometiendo la protección esperada de acuerdo a las tablas de clasificación, que fueron obtenidas sin capa de acabado. La Figura 2 muestra las diferencias en la intumescencia de una pintura no revestida y la misma pintura revestida con una capa de acabado.

Esta visión integral de la evaluación, si se realiza desde un principio del proceso, conduce también al planteamiento de una estrategia que optimice la relación entre coste de ensayos y aplicabilidad de los resultados. Además, la evaluación de la resistencia al fuego a partir de informes de ensayo y clasificación, la definición clara de sus límites, el análisis riguroso de las posibles variantes en el sistema de protección y las condiciones de uso, así como el estudio de extensiones de los resultados que podemos llevar a cabo sin comprometer las prestaciones declaradas, debieran acabar resultando en una correcta transmisión de la información técnica entre los agentes del sector. Las evaluaciones técnicas, como el DAU o el ETA, facilitan y otorgan un espacio adecuado para dicha tarea de transmisión.